Naciones Unidas.- Alrededor de 21 millones de personas son obligadas en el planeta a trabajar a diario en condiciones de esclavitud, una manifestación contemporánea del flagelo que por siglos azotó a la humanidad.
La explotación sexual, el tráfico humano, la servidumbre por deudas y las tácticas ilegales para retener a empleados agrícolas, de fábricas o domésticos constituyen algunas de las expresiones del fenómeno.
Como siempre ocurre, las mujeres, las niñas, los migrantes, los indígenas y los más golpeados por la pobreza representan sectores particularmente vulnerables ante las formas contemporáneas de la esclavitud, que Naciones Unidas llama a erradicar a partir de la voluntad política de los estados y del aporte de toda la sociedad.
La comunidad internacional unió fuerzas en el siglo XIX para considerar la esclavitud una afrenta. Hoy, los estados, la sociedad civil y el sector privado deberían hacer lo mismo para acabar con el problema, señaló el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
En un mensaje por el Día mundial para la abolición del flagelo, celebrado cada dos de diciembre, el diplomático advirtió que siguen siendo una triste realidad los casos de niñas obligadas a casarse, mujeres abusadas sexualmente o explotadas en tareas domésticas y hombres separados de sus familias y encerrados en fábricas clandestinas.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de las 21 millones de víctimas de las labores forzadas, el 90 por ciento son sometidas por individuos o empresas particulares, mientras el resto sufre a manos de estados o de grupos rebeldes en escenarios de conflicto.
Estimados de esa agencia especializada de la ONU cifran en 150 mil millones de dólares los ingresos anuales por la despiadada e ilegal práctica de la explotación de seres humanos.
Las estadísticas de la OIT no incluyen a unos 168 millones de niños involucrados en el trabajo infantil, la mitad de ellos ejerciendo actividades muy peligrosas, en lo físico, lo emocional y lo moral.
Vemos a los pequeños sufrir en las minas y las canteras, donde laboran en condiciones de esclavitud, denunció la relatora especial para Formas Contemporáneas de Esclavitud, Urmila Bhoola, a propósito del Día fijado en saludo a la adopción por la Asamblea General, el 2 de diciembre de 1949, del Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena.
La jurista sudafricana convocó a intensificar las campañas para enfrentar el fenómeno, pero sobre todas las cosas, demandó voluntad política de los gobiernos en el cumplimiento de sus obligaciones en materia de derechos humanos.
Por su parte, la relatora especial para el Tráfico de Personas, Grazia Giammarinaro, reclamó la existencia de mecanismos de justicia y reparación.
Los seres humanos víctimas de las formas contemporáneas de esclavitud deben acceder a compensaciones y apoyo, independientemente de su estatus migratorio o de otro tipo, afirmó.
En su pronunciamiento por la fecha, instó en particular a las corporaciones transnacionales a asegurarse de que sus negocios en los países del Sur estén marcados por relaciones transparentes con los suministradores, en aras de evitar escenarios propicios para el trabajo forzado.
Bhoola, Giammarinaro y otros expertos de Naciones Unidas en derechos humanos pidieron que las deliberaciones en curso para perfilar la agenda de desarrollo sostenible post-2015 tengan en cuenta la erradicación definitiva de la pobreza y del flagelo de la esclavitud. (Waldo Mendiluza/Prensa Latina)
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