Las Tunas.- Ella puede tener cualquier nombre: María, Tamara, Juana u otro. Pero, eso no importa. Rara vez él la llama por el verdadero. Cuando está de buenas, le dice Amor, como una burla a esas cuatro letras. Y cuando está de malas Por Dios Esos días ella ni se atreve a hablar; por el menor detalle él se disgusta y la ofende de palabras, sin piedad.
Luego, la golpea sin lástima, con la misma mano que más tarde acaricia su intimidad, robándole su cuerpo que ya no siente placer. Solo miedo.
Esta mujer se esconde en el anonimato para narrar su historia, temerosa de que él reconozca su voz en la radio, o que vea su cara en la televisión o en una fotografía. De ser así, entonces tendrá sobre su rostro más moretones.
Se considera víctima de la vida, aunque, a decir verdad, el hombre que comparte sus almohadas le dio momentos muy felices. Antes no era así- piensa ella- y recuerda salidas a la playa y a restaurantes; pero, ya ni van a la casa de sus familiares.
Un día ella le reclamó más entrega pues él andaba enamorado de otra y quiso comenzar a trabajar en la calle para ser independiente. Esa fue la primera vez. Un golpe sordo e inesperado la tiró al piso y aunque deseó que se la tragara la tierra, volvió a sonreírle.
Pasó un tiempo y ocurrió nuevamente. Ya ni recuerda las circunstancias pues cada vez fue más seguido. El amor se transformó en rencor, inapetencia sexual y miedo, mucho miedo.
Ahora no sabe cómo salir de la que considera una pesadilla. Ni siquiera se atreve a contárselo a sus hermanos y menos voluntad tiene cuando ve la mirada inocente del hijo de ambos, que duerme tranquilo en su cuarto, sin sentir las lágrimas silenciosas de la mamá.
Aunque no sabe cómo hacerlo, conoce cuál será su futuro. Se ve iniciando una nueva vida, sin la agresividad de una mano sobre su anatomía. Quiere a un hombre a su lado que le regale flores y le dé un beso antes de dormir y añora ser feliz, cantar una canción y volver a comenzar.
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